El Sistema Límbico y su Papel en las Emociones
Richard Davidson, de la Universidad de Wisconsin, ha
realizado estudios que indican que es más positivo el estado de ánimo de
quienes tienen más actividad general en el hemisferio izquierdo y más negativo
el de quienes tienen más actividad en el derecho. Es remarcable que la
investigación haya revelado también que los niños nacen con una predisposición
innata a que sea más activa la mitad derecha o la izquierda del cerebro. Puede
ser que los procesos neuronales ‘’culpables’’ de la preocupación residan en el
hemisferio derecho.
Pero los científicos no están totalmente de acuerdo en cómo
interactúan los dos hemisferios para crear el sentimiento y la función de las emociones.
Se han hecho distintos estudios como la de M.K.Mandal etc., cada uno con
experimentos diferentes, pero están de acuerdo en una cosa que tanto el
lóbulo frontal derecho como el izquierdo son muy importantes para la regulación
de las emociones, necesaria para tomar decisiones en el campo social y en el
personal. Esta área conecta con el sistema límbico y la corteza motriz, y
establece el nexo entre las áreas que planifican y las que ejecutan las
acciones. Puede que haya una vía «superior» entre el sistema límbico y la
corteza, la cual pase por el giro cinglado y se encargue del placer y de la
sociabilidad, y una «inferior», con la amígdala y la corteza medio ventral
prefrontal, que se ocupe de la autoconservación.
El Miedo:
Cuando en el cerebro se desencadena el miedo, el sistema
autónomo y las hormonas del estrés se activan. El estímulo que genere miedo
llena el cuerpo de adrenalina y desencadena la reacción física más rápida
posible. La amígdala recibe inmediatamente señales del tálamo (camino rápido),
hace que se produzca un estado interno de alerta y pone en marcha el sistema de
reacción. Este esquiva la corteza y no tiene en cuenta para nada el contexto:
reacciona, y ya está. En realidad, el estímulo que causa el miedo y la
respuesta programada que se le da están grabados indeleblemente en la amígdala,
pues su misión es alertarnos de que se están produciendo situaciones
peligrosas, nuevas e interesantes, y dirigir su reacción.
Existe pero otra ruta, más lenta, cuando ya la razón puede
detener la acción. La información tocante a un estímulo amenazador pasa del
tálamo a la corteza frontal y luego a la amígdala. El cerebro superior inhibe
al inferior, a la amígdala y al resto del sistema límbico. Ahora empiezas
a «pensar» en lo que acaba de suceder, en vez de reaccionar sin más. Esta ruta
proporciona una evaluación más precisa y cabe esperar que conduzca a una
respuesta más controlada, pero requiere más tiempo. Un poco de ‘’sana’’
ansiedad pero, en nuestra sociedad siempre cambiante, es necesaria para
sobrevivir.
La Ira:
Desafortunadamente el porcentaje de las personas que no
pueden controlar su Ira aumenta, a causa de todos los cambios que están
sufriendo nuestra sociedad y su impacto en nuestras vidas. La razón podría ser
una menor actividad en la corteza frontal.
Según investigadores, los agresivos suelen tener menos
activos de lo normal los lóbulos frontales, las áreas que refrenan las acciones
impulsivas y aportan sabiduría, y si estos no funcionan de una manera suficientemente
correcta o activa, los sentimientos de ira no se inhibirán. Una prueba parcial
a favor de esta conclusión es la baja actividad del lóbulo frontal de quienes
padecen ‘el trastorno de la personalidad antisocial’, que se caracterizan por
su conducta colérica y destructiva. Es como si la amígdala le dijese a la
corteza: «Quédate tranquila, deja que funcione el piloto automático», a pesar
de que sería mejor que el razonamiento de la corteza interfiriese y detuviera
la conducta inapropiada.
No se conoce bien la química de la agresividad, pero los
investigadores saben que unos niveles de serotonina en el cerebro muy bajos o
muy altos pueden contribuir a ella. Algunos médicos han tratado con éxito la
ira y la agresividad con inhibidores selectivos de la receptación de la
serotonina, el Prozac por ejemplo, que consiguen que haya más serotonina
disponible en los cerebros de quienes tienen unos niveles naturales bajos.
Otras investigaciones han mostrado que unos niveles altos de testosterona
pueden aumentar la agresividad.
La Tristeza:
En el cerebro, la tristeza parece estar relacionada con un
aumento de la actividad de la amígdala izquierda y de la corteza frontal
derecha, y una disminución de la actividad de la amígdala derecha y de la
corteza frontal izquierda. Una tristeza prolongada puede causar una
hiperactividad constante en la amígdala y en el lóbulo frontal. Algunos
científicos cree que esto puede causar un «agotamiento» neuronal en esas áreas,
bien porque acabe con las reservas de neurotransmisores, bien porque pierda la
capacidad de esas sustancias químicas de transmitir mensajes.
Cuando pasa eso, la tristeza puede desembocar en depresión,
que se caracteriza más por un aturdimiento emocional que por un sentimiento
intenso. Es distinta de la depresión acompañada de ansiedad, que puede hacer
que una persona llegue hasta el suicidio. En la depresión clásica, representada
por alguien que se queda sentado, inmóvil, en una silla sin intención de
levantarse, ese aturdimiento emocional podría ser adaptativo: supondría un
alivio en el caso de una pérdida terrible, o un «tiempo muerto» para preparar
la siguiente etapa en la vida o para asimilar un gran cambio.
La Alegría:
Es la emoción más importante para el ser humano, que da
significado a su vida y a sus acciones. Cada paso que hacemos es porque como
recompensa esperemos de encontrar un poco de serenidad y felicidad.
El hipotálamo es solo uno de los varios centros de placer
del cerebro humano, entre los cuales están el septum y el nucleus accumbens.
Los neurotransmisores y las endorfinas desempeñan un papel importante en la
percepción del placer. Sin embargo, es la dopamina el factor clave, y el que
actualmente requiere la mayor parte de la atención. Todos los centros del
placer usan la dopamina como transmisor. El placer suele estar amortiguado en
quienes toman fármacos antipsicóticos convencionales, ya que bloquean los
receptores de la dopamina.
La alegría está relacionada además con la recompensa y la
motivación. Diferentes sistemas de neurotransmisores influyen en el cerebro
humano, quizá la interacción más importante es la de la dopamina en el nucleus
accumbens, un grupo de neuronas que guardan una relación especial con la
recompensa y la motivación. Está situado justo debajo de la parte frontal del
striatum, una parte de los ganglios basales que participa en los movimientos y
en la cognición. El sistema de recompensa puede darnos felicidad y alegría de
distinta intensidad, dependiendo del esfuerzo para lograr un objetivo. La
dopamina nos hace sentir más optimistas y entusiastas aumentando la sensación
de placer, poder, concentración y aumento de energía física.
Para tener un estado de felicidad interior la dopamina
necesita un otro neurotransmisor, la serotonina, que produce un estado mental
de tranquilidad, donde predomina la razón para tener un equilibrio con la
emoción. De esta manera podemos conducir una vida bien equilibrada entre las
emociones fuertes y la razón: la felicidad
ES MUY INTERESANTE CONOCER UN POCO MAS DE COMO INFLUYE NUESTRA FISIOLOGÍA Y EMOCIONES PARA EL COMPORTAMIENTO Y DESARROLLO EN NUESTRA VIDA COTIDIANA MUCHAS GRACIAS POR EL CONTENIDO
ResponderEliminarQue buena informacion, me ha servido mucho para conocer de donde provienen las emociones. Y el proceso fisiologico para que se lleven a cabo.
ResponderEliminarHablando en un ámbito de la medicina, resulta muy atractivo el saber como se llevan a acabo a nivel fisiológico las emociones. Y que todas implican una serie de reacciones en el organismo.
ResponderEliminargracias por la informacion
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